La
ética es una rama de la filosofía que abarca el estudio de la
moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir. El estudio
de la ética se remonta a los orígenes mismos de la filosofía en la
Antigua Grecia, y su desarrollo histórico ha sido amplio y variado.
La
ética trata de los comportamientos de los hombres y de la relación
que éstos tienen unos con otros a partir de una naturaleza compleja
que les es propia, el carácter.
Uno de
los primeros hombres en tratar de sistematizar esta naturaleza con el
fin de explicar los comportamientos de los hombres, fue Aristóteles,
el cual para muchos es el más grande pensador y filósofo de la
antigüedad. Fue el quien estableció en forma definitiva la
filosofía como una rama principal del conocimiento, integrada al
sistema general del saber humano; sus obras fueron dispuestas en lo
que se conoce como el “Corpus aristotelicum”, el cual comprende
cuatro grandes grupos de obras y uno de estos grupos comprenden las
obras dedicadas a los asuntos morales, políticos, de poética y de
retórica, los cuales son: la “Ética a Eudemo”, la “Ética a
Nicomaco”, la “Ética mayor” o “Gran moral” (cuya
autenticidad se discute), la “Política”, la “Poética”, la
“Retórica” y “La Constitución de Atenas”.
La
Ética nicomáquea, es considerada como el más importante tratado de
ética de Aristóteles, la cual se basa en la premisa de que todo ser
humano busca la felicidad (ética eudemónica). Es por ello que
Aristóteles es considerado el fundador de la ética como disciplina
filosófica que busca alcanzar, definir y distinguir los conceptos
del bien y del mal, de la virtud y del vicio; y que se ocupa del
estudio del accionar humano, frente a sí mismo y a sus semejantes.
Que examina las cuestiones relativas a su libertad, su albedrío, de
su valoración moral y de las responsabilidades frente a las
consecuencias de la propia conducta, ya sea para sí mismo como para
los otros hombres.
Aristóteles,
dirigió sus reflexiones acerca de los asuntos éticos en forma tal
que no solamente puede decirse de él que le dio categoría propia
como disciplina filosófica, sino que identificó y analizó
prácticamente todos los problemas éticos: como las relaciones entre
las normas y los bienes, entre la ética del individuo y la social,
entre la vida teórica y la vida práctica, y especialmente la
cuestión de la clasificación de la jerarquía de los valores hacia
los cuales tiende el hombre y que da la medida de la moralidad de sus
actos.
Según
Aristóteles, la virtud respecto de una cosa es aquello que es su
bien; pero no entendido como un bien general o supremo, sino su bien
propio y específico. La virtud es lo que completa y perfecciona esa
cosa, que hace que la cosa sea más propiamente lo que ella es.
Cuando ese concepto de virtud se traslada al hombre, es el poder más
propiamente humano, lo que caracteriza al hombre; y por lo tanto es
extensiva a todas las actividades humanas y no solamente a las
morales.
Precisamente,
para Aristóteles las virtudes éticas son aquellas que se aplican en
la práctica de la vida y en vista de la persecusión de un fin; en
tanto que las virtudes propiamente intelectuales las consideraba como
virtudes dianoéticas:
La
ética de Aristóteles es eudemonista, porque toma en consideración
los fines que el hombre tiene como motivantes de sus conductas. Para
él, el fin último del hombre es obtener la felicidad.
La
felicidad no consiste en un estado afectivo, ni radica en los
placeres; porque esas cosas son extrínsecas al hombre. Los honores
(fama, status, prestigio, éxito), no son fines sino medios; que
pueden conducir a la felicidad o no, dependiendo del modo en que sean
usados. El hombre debe buscar la felicidad en la vida intelectual. La
felicidad consiste en el ejercicio de la libertad suprema del hombre,
que resulta de vivir conforme a su naturaleza. Debe tener una vida
intelectual, consistente en el desarrollo y perfeccionamiento de la
capacidad racional; y una vida virtuosa, consistente en el desarrollo
y perfeccionamiento de la voluntad. Aristóteles percibió que no
todos los seres humanos son iguales en su capacidad de desarrollar su
capacidad intelectual; y que, por lo tanto, no todos pueden alcanzar
la felicidad en el mismo grado.